miércoles, 7 de agosto de 2013

ETAPA 6: OURENSE - SILLEDA

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La Vía de la Plata en Bici: De Salamanca a Santiago
El Camino de Fonseca














- Lugares de paso: 1.- Ourense - 2.- Cudeiro - 3.- Cea - 4.- Oseira - 5.- Dozón - 6.- A Laxe - 7.- Silleda

- Longitud de la etapa: 70,1 Km - Desnivel acumulado en las subidas: 2.106 m.
- Altitud inicial: 181 m. - Altitud final: 492 m.
- Altitud máxima: 825 m. - Altitud mínima: 104 m.
- Nivel de dificultad: 0 - 1 - 2 - 3 - 4 - 5 -   E 
- Descargar recorrido para ver con Google Earth: Clicar AQUÍ


Viernes 24 de mayo de 2013 (Salida: 8.40 - Llegada: 18.20)
Jornada primaveral. Cielos despejados y temperaturas suaves (Mín: 10ºC - Máx. 18ºC)

La auténtica etapa reina: Una caja de sorpresas.



Lo propio de un peregrino es hacer el Camino utilizando la red de albergues, pero de vez en cuando no está mal rascarse un poco el bolsillo y darse un pequeño homenaje pasando la noche entre sábanas limpias en la habitación de un buen hostal. Indudablemente se duerme mejor, y la ciudad de Ourense nos ofreció la ocasión apropiada para ello. A pesar de todo, y sin dejarnos llevar por las comodidades, nos levantamos a la hora acostumbrada y desayunamos en el hostal, de tal manera que muy pronto estábamos listos para iniciar la marcha.

Comenzamos la etapa recorriendo la céntrica Rúa Paseo, a estas horas casi vacía, e iniciamos la bajada hacia el cauce del Río Miño por la Rúa do Concello hasta llegar a la Iglesia del Colegio Salesiano, que da entrada a las históricas piedras de A Ponte Vella. Ya en la otra orilla, para salir de la ciudad se presentan dos itinerarios alternativos que llegan hasta la localidad de Cea, que siguen también los dos ramales del antiguo Camino Real a Santiago.


Decidimos seguir el Camino Real de Cudeiro que, saliendo por la Avenida de Santiago, inicialmente coincide con la transitada carretera N-525 y desde muy pronto comienza a ganar altura. Justo antes del desvío en que se abandona la nacional nos detuvimos en una gasolinera para limpiar las bicicletas y engrasar la cadena, tareas necesarias que no habíamos tenido oportunidad de realizar el día anterior.

Pronto comienza una pronunciada subida por camino empedrado que va dejando dejar atrás las calles de la ciudad, pero que no abandona del todo la zona urbana hasta después de atravesar el núcleo de Cudeiro. La pendiente es larga, exigente y con curvas pronunciadas, pero el firme de piedra agarra bien, aunque con el constante traqueteo termina convirtiéndose en incómodo. Afortunadamente, tras el caserío de A Costa el empedrado se transforma primero en asfalto, después en camino de tierra y, aunque la subida todavía continúa durante un buen trecho, la pendiente se suaviza y podemos avanzar con mayor comodidad.
















No se abandona la honda depresión por la que circula el cauce del Río Miño hasta bien sobrepasada la aldea de Sartédigos, y el terreno no comienza a ondularse de nuevo hasta casi haber alcanzado los 500 metros de altitud. Nuestro transitar se vuelve más placentero por las aldeas de Tamallancos y Bouzas, donde en medio de una anárquica distribución de fincas, hórreos, galpones y viviendas a medio rematar nos llama la atención la forma en que algún vecino desea un buen viaje a todos los que pasamos junto a su casa...













Junto a Sobreira, un puente medieval del Siglo XIII salva el cauce del Río Barbantiño por un camino que, enlazando las aldeas de Faramontaos, Viduedo y Casas Novas, nos lleva a pasar por umbrías arboledas, hermosos hórreos de piedra, húmedas corredoiras y antiguas casonas señoriales invadidas por la maleza, a lo largo de un recorrido que disfrutamos plenamente en una jornada de sol y agradable temperatura.

En Casas Novas se vuelven a juntar los dos itinerarios que se separaron a la salida de Ourense, para llegar hasta las primeras casas de Cea por un camino que avanza bajo la sombra del bosque que rodea la aldea de Paramios.













Conocida como "La Villa del buen Pan", la localidad de San Cristobo de Cea se desarrolló a partir de la producción artesanal de este producto, que ya en la Edad Media ocupaba a gran parte de sus vecinos en el suministro de pan a los ocupantes del Monasterio de Oseira y de su territorio de influencia. Su fórmula tradicional de elaboración, actualmente protegida por una denominación geográfica, se ha ido transmitiendo durante sucesivas generaciones, y aún hoy continúa sustentando la principal actividad económica de la localidad, a la que se dedican al menos 20 hornos.



















En el centro de su Plaza Mayor destaca una singular Torre del Reloj, construida en la primera mitad del Siglo XX y sustentada sobre cuatro pilares de los que manan otras tantas fuentes de agua potable. En un pequeño bar de la plaza entramos a tomar un café y a descansar unos minutos, y allí pudimos saborear unas tostadas de buen pan con aceite de oliva. Todavía nos quedaba mucho camino por recorrer...













Al salir de Cea hay un itinerario alternativo que de desvía por Oseira y, aunque es casi 6 kilómetros más largo que la ruta principal, la visita al monasterio merece la pena, por lo que abandonamos la villa de ilustres panaderos por el camino que rodea el campo de fútbol para internarnos en una zona casi deshabitada, atravesando el Monte da AgrelaO Carballo das Covas, O Rego de Silvaboa y el Monte de Fenampardo. Por aquí desaparecen las señales oficiales, pero nunca faltan las flechas amarillas que sirven de auxilio en los momentos de duda y, a veces avanzando sobre un buen firme, otras enlazando tramos de vía empedrada o aventurándonos por senderos poco definidos, llegamos sin grandes problemas hasta la aldea de Pielas. Allí se enlaza con la carretera que viene desde Cea y que llega hasta el valle del Río Oseira, que da nombre al lugar, refugio de osos, donde se alza el imponente monasterio.



El Monasterio de Santa María la Real de Oseira es un grandioso edificio ubicado en un paraje alejado de cualquier población y rodeado de montañas, y constituye uno de los monumentos religiosos más espectaculares de Galicia. Su fundación se remonta al año 1137, cuando el rey Alfonso VII donó los terrenos a cuatro religiosos que mostraban su intención de llevar una vida monástica: "Yo Alfonso, juntamente con mi esposa doña Berenguela, con ánimo generoso, voluntad sincera y sin coacción alguna, por amor de Dios y en remisión de los pecados de mis padres y míos, hago carta de donación a Dios nuestro Señor, a la Iglesia de Santa María de Ursaria y a don García, electo abad de aquel lugar y a los demás monjes presentes y venideros que construyen el monasterio y viven en él observando la religión y la regla de san Benito, de toda aquella heredad mía donde ahora se está construyendo el mencionado monasterio junto al río Ursaria..."















El conjunto cuenta con tres claustros de distintos estilos y es de construcción muy sobria, pero su iglesia románica con tres naves y planta de cruz latina, finalizada y consagrada en 1239, está considerada como una de las obras maestras de la arquitectura cisterciense. También es de gran belleza su sala capitular, de estilo tardogótico, digna de mención por las cuatro columnas que sustentan su original techo abovedado y que le dan la denominación de Sala de las Palmeras.

El recinto conoció su época de mayor esplendor durante los siglos XII y XIII, y en los siglos posteriores experimentó sucesivas fases de decadencia y florecimiento hasta que en el Siglo XIX fue abandonado a causa de la Desamortización de Mendizábal, lo que originó el expolio de sus obras de arte y su progresiva ruina. A lo largo del siglo XX, con la vuelta de los monjes, se han acometido importantes obras de reconstrucción que le han devuelto gran parte de su aspecto anterior.

Actualmente cuenta con un austero albergue para peregrinos y con horario de visitas guiadas al interior del recinto monacal, pero cuando nosotros llegamos estaba cerrado. Aún así, uno de los monjes nos abrió las puertas de la iglesia para que, desde una verja en la entrada, pudiésemos contemplar el interior.













Pasaba ampliamente del mediodía cuando reiniciamos la marcha, poniendo nuestras fuerzas al límite por un camino de hormigón de fuerte pendiente y poca misericordia, que un poco más arriba se transforma en un desordenado empedrado de aspecto medieval. Lo irregular del terreno convierte el tránsito por la vía en un entretenido paseo si se hace el recorrido a pie, pero que se vuelve imposible montado sobre una bicicleta sobrecargada. Recorrimos un largo trecho empujando nuestras fieles máquinas cuesta arriba, y a pesar de que intentamos varias veces avanzar a pedales, la realidad nos obligaba de nuevo a echar pie a tierra y a retomar el camino de sufrimiento por el que, a buen seguro, en siglos anteriores los monjes dirigían sus pasos hacia la localidad vecina de Vilarello, situada en medio de la bajada que se inicia una vez superado el collado. Sólo nos quedaba empujar, y rezar...
















La senda termina casi llegando al alto, y desemboca en una pista de asfalto que nos permite recuperar el resuello, por lo que descendimos con renovada alegría hasta Vilarello, el primero de una serie de pequeños núcleos habitados que irán apareciendo en los muchos recovecos de esta parte del itinerario. A Carballediña y Outeiro de Coiras son los últimos rincones habitados de la provincia de Ourense, y en los lugares de A Gouxa y Bidueiros nos recibe la provincia de Pontevedra, aunque no hay ningún límite que lo delate cuando se avanza por estos caminos alejados de la mano de Dios.













La ruta se reencuentra con el progreso a la altura de San Martiño, donde confluye con la carretera N-525 que marcha en paralelo a la autovía AG-53, y ya no se abandona el asfalto hasta llegar a Castro-Dozón, donde se recupera el trazado oficial del camino que habíamos abandonado en Cea para visitar el monasterio. Como ya se nos había echado encima la hora de comer, nos detuvimos en un bar donde en poco tiempo nos prepararon unos buenos bocadillos de lomo con queso y unas potentes jarras de cerveza bien frías.















Situada a 740 metros de altitud, la localidad de Dozón se encuentra diseminada en varios núcleos próximos que no forman un conjunto urbano definido. Unas casas que bordean la carretera nacional dan entrada al cruce que parece ser su centro neurálgico, formado por un grupo escolar, un jardín y el bar multiusos donde paramos a comer, que acoge también un pequeño supermercado. En uno de los núcleos rurales que conforman la población se encuentra la Iglesia de San Salvador, rodeada del cementerio parroquial, y por su costado continúa el camino que, tras una ligera subida, recorre las parcelas de un desangelado polígono industrial. Después de avanzar un rato en paralelo a la carretera se llega al Alto de Santo Domingo, a poco más de 700 metros de altitud, donde comienza el suave descenso hacia el extenso Valle del Deza.













La ruta va hilvanando caminos y corredoiras de distinta naturaleza, que enlazan modernas granjas con caseríos aislados, casas de labranza, y pequeñas aldeas donde se distribuye una población aún muy diseminada. Santo Domingo, Puxallos, Pontenoufe, A Xesta... Cada núcleo tradicional cuenta con un cruceiro y una pequeña ermita dedicada a su patrón.

En las proximidades de Lalín, el itinerario pasa bajo el viaducto del Deza, que soporta las modernas vías del AVE, aunque curiosamente no atraviesa la pujante capital de la comarca, rodeándola a cierta distancia por las aldeas de Baxán, Botos y Donsión. En A Laxe, una pequeña aldea próxima al Polígono Industrial Lalín 2000, la Xunta ha decidido ubicar un moderno y funcional albergue, un auténtico lujo para disfrute de los peregrinos.















La marcha continúa después por una maraña de pistas y caminos que evitan la carretera, pero avanzan en paralelo a ella por un pequeño caos de lugares habitados e instalaciones agrícolas que han crecido en sus costados, Vilasoa, Bendoiro, Prado, A Borralla... que se alternan con zonas arboladas o de pradera.

En las proximidades del Río Deza se recupera el antiguo Camino Real, que todavía conserva un importante tramo empedrado que atraviesa las encajonadas aguas del río sobre el Ponte Taboada. Construido en el año 912 en un lugar de paso obligado entre las ciudades de Santiago y Ourense, su arco románico se asentó entre dos peñascos, en sustitución de una estructura de madera anterior de la que conservó el nombre, Pons Tabulata. El lugar es de gran belleza, y está rodeado de una frondosa vegetación que llega a echar raíces en sus muros. Actualmente es lugar de paso de peregrinos y punto de unión entre los términos municipales de Lalín y Silleda.















El enlosado de piedra continúa en el tramo de subida que llega hasta la aldea de Taboada. Junto a la Iglesia de Santiago, un pequeño templo románico construido en el Siglo XII, el Camino Real se interna entre las sombras del Couto de Trasfontao, un hermoso bosque de robles que se interrumpe bruscamente al llegar al Parque Empresarial de Silleda. El paseo por la excepcional carballeira se reanuda poco después, y continúa hasta llegar al Pazo de Trasfontao, donde varios árboles de gran tamaño dan cobijo a un edificio amurallado del Siglo XVIII que cuenta entre sus dependencias con un gran hórreo, un palomar circular y una capilla dedicada a Santo Tomé. Recientemente ha sido adquirido para ser rehabilitado y dedicado a uso privado. Aprovechando las obras de restauración, tuvimos la oportunidad de contemplar su patio interior, aunque de una manera un tanto furtiva.













En la bajada hacia el Rego de Mera continúa el empedrado, y después de recorrer el territorio de varias granjas ganaderas, el camino entra en Silleda, punto final de nuestra etapa. En la Calle Alonso Ríos se encuentra un albergue privado habilitado recientemente por el propietario de un hostal con el que comparte edificio y que cuenta con unas instalaciones bien adaptadas a las necesidades de los peregrinos. Nos asignan una habitación de tres camas, nos proporcionan una manguera para lavar las bicicletas y un lugar a cubierto donde guardarlas, y con unas buenas duchas, lavadora y secado de ropa, encontramos allí todo lo necesario para descansar tranquilos después de una esforzada jornada.













La localidad cuenta con todos los servicios, y su actividad económica principal se basa en las explotaciones agropecuarias. Su desarrollo reciente gira en torno a su recinto ferial, donde se celebra la Semana Verde de Galicia, pero salvo la Iglesia de Santa Baia carece de edificios de especial interés histórico o arquitectónico. Por contra, sí son de gran interés los bares situados en las calles próximas al albergue, donde nos encontramos con la grata sorpresa de que por el precio de 1 euro te sirven una cerveza con tapa, a cada cual mejor, con lo que cenamos haciendo una ronda por varios locales que nos dejó bien satisfechos. A falta de sólo 40 kilómetros para el final de nuestra aventura, no se podía pedir mucho más.























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1 comentario:

César dijo...

Etapón , etapón!!! Jornada increíble!!
Y la crónica Miguelón.... que te voy a decir.... Exquisita.