jueves, 18 de julio de 2013

ETAPA 3: SANTA CROYA DE TERA - REQUEJO DE SANABRIA

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La Vía de la Plata en Bici: De Salamanca a Santiago
El Camino de Fonseca












- Lugares de paso: 1.- Santa Croya de Tera - 2.- Santa Marta de Tera - 3.- Calzadilla de Tera - 4.- Embalse del Agavanzal - 5.- Rionegro del Puente - 6.- Mombuey - 7.- Asturianos - 8.- Otero de Sanabria - 9.- Puebla de Sanabria - 10.- Requejo de Sanabria

- Longitud de la etapa: 83,2 Km - Desnivel acumulado en las subidas: 1.106 m.
- Altitud inicial: 725 m. - Altitud final: 1.002 m.
- Altitud máxima: 1.035 m. - Altitud mínima: 724 m.
- Nivel de dificultad: 0 - 1 - 2 - 3 - 4 - 5 - E
- Descargar recorrido para ver con Google Earth: Clicar AQUÍ


Martes 21 de mayo de 2013 (Salida: 8.30 - Llegada: 18.20)
Nubosidad variable a lo largo del día y ligera mejora de las temperaturas (Mín: 6ºC - Máx. 18ºC)

Se abandona el llano para entrar en la senda de las mil ermitas


Aunque alguno arrastró la cara de sueño durante un buen rato, nos levantamos a las 7 con la puntualidad habitual y, como las posibilidades del lugar no son muchas, nos preparamos el desayuno con unos zumos, batidos de chocolate y algo de bollería que habíamos comprado en el súper la tarde anterior. Ya no hacía el frío de las primeras jornadas y, cuando salimos con todo el equipo preparado al exterior del albergue, todavía quedaban acostados los dos peregrinos americanos, que parecían tomarse el recorrido con bastante calma. La primera parada es obligada a poco más de 700 metros del comienzo.

Santa Croya y Santa Marta son dos pueblos vecinos, separados únicamente por el puente que atraviesa el cauce del Río Tera. Al otro lado se encuentra la Iglesia de Santa Marta, construida en el Siglo XI como parte de un antiguo monasterio. Es conocida porque al inicio de la primavera y del otoño se reproduce en ella el Milagro de la Luz, al igual que en el monasterio burgalés de San Juan de Ortega, y que en este caso consiste en la iluminación de un capitel en que se encuentra una talla del cristo resucitado, al que apunta la luz del sol que en ambos equinoccios entra al amanecer por el óculo situado detrás del altar. El hecho aporta al lugar un cierto halo mágico y de misterio, por lo que esta iglesia románica es muy visitada por los peregrinos que recorren el Camino Sanabrés, pero también lo es porque, junto a la portada que da frente al cementerio, se encuentra adosada la talla en piedra más antigua que se conoce de Santiago Peregrino, datada en el Siglo XII, y que se ha convertido en uno de los principales símbolos de esta ruta.















El camino sigue hacia el Oeste en paralelo al cauce del río, atravesando un paisaje rebosante de vegetación que poco tiene que ver con el de jornadas anteriores. El verde intenso de las grandes choperas, las fértiles fincas de regadío, pequeños puentes, viejos molinos y la presencia constante de agua, son ingredientes que alegran la vista y convierten la travesía en un relajado pedalear.













El itinerario avanza aguas arriba por un terreno sin desniveles apreciables, y pronto atraviesa las pequeñas pedanías de  Calzadilla de Tera y  Olleros de Tera, en las que hay que estar atentos a las señales, ya que las flechas a veces indican direcciones opuestas que, aunque vuelven a juntarse al cabo de algún molesto rodeo, son producto de las pequeñas batallas que se traen entre sí los bares locales, que mantienen la disputa por atraer a los peregrinos. Después de sobrepasar unas fincas de concentración parcelaria, se ve a lo lejos la silueta del Santuario de Nuestra Señora del Agavanzal, construida en el lugar en que, según la tradición, apareció una imagen de la Vírgen que dio origen al actual culto mariano y a una romería que se ha convertido en una de las tradiciones de la zona.















El camino continúa por la margen derecha del Río Tera hasta llegar al Embalse del Agavanzal, y nos obliga a dar un rodeo hasta llegar a la altura de la presa, para atravesarla y continuar después durante un buen tramo recorriendo la otra orilla por una vía de servicio que rodea el embalse. Durante el trayecto abundan los árboles cubiertos de líquenes con aspecto fantasmagórico, y nos llama la atención una pequeña señal que se repite varias veces: se trata de una humeante taza de café que, al sobrepasar el pequeño núcleo de Villar de Farfón, nos dirige hacia un portalón situado a la izquierda del camino, donde todo indica que es un lugar de parada obligada para los peregrinos...

















Superada la puerta azul, en el patio interior cubierto hay una mesa y una pequeña cocina donde se ofrece a los peregrinos café y galletas, que pueden servirse a su gusto a cambio de la voluntad. Se trata de una casa particular reconstruida piedra a piedra por un matrimonio de sudafricanos que, después de dar la vuelta al mundo y completar el Camino de Santiago, se enamoraron de este lugar y compraron una casa en ruinas para reconstruir la vivienda con sus propias manos y habilitar en uno de sus locales un pequeño albergue para peregrinos, el albergue Rehoboth, y allí viven con sus dos hijos y un perro. La parada es agradable.













A la salida se entra en un sendero arbolado que va ganando altura hasta sobrepasar el  alto de la Peña de la Cruz, para descender de nuevo hasta el cauce del Río Negro, que se cruza por una pasarela para entrar en la localidad de Rionegro del Puente. Aquí destaca el Santuario de la Virgen de la Carballeda, que da nombre a esta comarca en la que abundan los robles y las encinas. De construcción original en estilo románico, en etapas sucesivas fue ampliado y reformado hasta dotarlo de su configuración actual, con una espectacular torre de sillería. Al igual que el albergue, situado en un antiguo hospital rehabilitado, el templo es propiedad de la Cofradía de los Falifos, institución que desde el Siglo XIV se dedica a facilitar la vida a los peregrinos, manteniendo caminos y puentes y proporcionándoles alojamiento.













Según se abandona la población, el camino comienza a ganar altura y avanza en paralelo a la carretera, para internarse después en una planicie donde predomina el campo abierto y abunda todo tipo de matorrales en plena época de floración. Aquí podemos ver los primeros toxos con sus típicas flores amarillas, símbolo inequívoco de que Galicia está más cerca. Al cabo de un rato, la pista se junta de nuevo con la carretera para entrar en la localidad de Mombuey.

La arquitectura de sus edificaciones varía sustancialmente con respecto a la que se aprecia en otros pueblos anteriores. Aquí dominan las construcciones de piedra con balcones de madera y cubiertas de teja o pizarra características de las zonas de montaña. Hay varias casas bien cuidadas o restauradas que llaman la atención, pero el edificio que destaca sobre todos los demás es la Iglesia de la Asunción que, construida con piedra de sillería a comienzos del Siglo XIII, cuenta con una inconfundible torre románica de tres pisos rematada con un matacán y una bóveda piramidal, lo que denota el carácter defensivo que tuvo en su origen como atalaya militar. Está considerada como Monumento Histórico Artístico desde 1931, y su construcción se atribuye a la Orden de los Templarios, que se encargaban de proteger el camino al paso de mercaderes y peregrinos.















Reanudamos la marcha después de una breve visita al exterior de la iglesia, que a esas horas permanecía cerrada, y a la salida del pueblo nos encontramos con un curioso grupo de ciclistas que nos llama la atención. Estaba formado casi exclusivamente por mujeres rubias, equipadas todas con ropa deportiva de colores muy vistosos, que le cedieron la voz cantante al único hombre del grupo, también de pelo rubio, que parecía actuar como cabecilla...

Se trataba de un grupo de jóvenes pertenecientes a la Iglesia Evangélica Holandesa en España que iban desarrollando algún tipo de labor pastoral itinerante a lo largo de este tramo del camino, y que se ofrecieron a darnos todo tipo de información para que pudiésemos ver la luz y salvar nuestras almas atormentadas, con la garantía de que nuestra vida y nuestro destino cambiaría y nos haríamos merecedores de la vida eterna.













Reconfortados por tan interesante discurso, retomamos nuestro objetivo principal y reanudamos la marcha para continuar el periplo por la comarca de Sanabria, situada en el extremo Noroeste de la provincia de Zamora, y limítrofe con Portugal y con las provincias de León y Ourense. Rodeada de montañas, tiene una altitud media próxima a los 1.000 metros y, según se avanza hacia el Oeste, se asemeja cada vez más al territorio gallego, tanto por el paisaje y la orografía de sus valles como por la distribución de la población, la tipología de sus edificaciones, e incluso, por las costumbres y el habla de sus gentes.

El itinerario marcha en paralelo a la carretera N-525, la Autovía A-52, las vías del ferrocarril y las obras de la nueva infraestructura del AVE que se dirigen hacia los puertos de O Padornelo y A Canda, entrada natural a Galicia. Aquí abunda el agua, la vegetación y la tierra fértil, y la población se reparte por todo el territorio en pequeñas aldeas, donde nunca falta una iglesia o ermita consagrada al patrón local. Pero en su mayoría se encuentran cerradas, con lo que salvo alguna rara excepción, es imposible admirar los pequeños tesoros que encierran.

A medida que avanza la mañana vamos pasando por varias de estas pequeñas localidades. En Valdemerilla se encuentra  una Iglesia dedicada a San Lorenzo, con una espadaña que da la impresión de estar a punto de venirse abajo. A la entrada de Cernadilla está la Ermita del Cristo, y poco después la Iglesia de La Purificación de María, de torre barroca. Dos kilómetros más allá, en  San Salvador de Palazuelo se pasa junto a la Iglesia de la Transfiguración del Señor, románica del Siglo XIII y con una escalera exterior por la que se accede directamente al campanario, donde coincidimos con un peregrino italiano.













Por una amplia pista forestal donde abundan los robles y los castaños se llega pronto a Entrepeñas, localidad con 65 habitantes situada junto a uno de los brazos del Embalse de Cernadilla que retiene el caudal del Río Tera, donde se encuentra la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, construida en el siglo XVI, y se puede apreciar alguna buena muestra de la arquitectura popular de la zona. Un cambio de orientación nos desvía después hacia el Norte para evitar las obras del AVE y, tras sobrepasar la autovía, nos lleva a cruzar la carretera a la altura de Asturianos junto a la Ermita del Carmen, patrona de la localidad.

Continúa el periplo por la región con rumbo hacia el Oeste, aunque los cambios de dirección hacia las pequeñas aldeas son habituales. Aunque no pocos tramos almacenan abundante agua y barro que dificulta nuestra marcha, el camino es muy agradable de recorrer, porque se aparta de la carretera por zonas tranquilas de bosque donde con suerte se pueden sorprender hermosos ejemplares de fauna salvaje. En nuestro caso, una hembra de corzo y su cría se nos escaparon antes de poder "disparar" una fotografía, a pesar del sigilo con que intentamos desenvolvernos.

Disfrutando del itinerario se llega junto la Ermita de la Encarnación, en Palacios de Sanabria, junto a cuya entrada lateral nos llamó la atención un limosnero con una artística inscripción grabada en la piedra que reza así: SI AQUÍ TU LIMOSNA ECHARES TUS CAUDALES CREZERÁN A MILLARES













Por un sendero boscoso que sigue la trayectoria del antiguo Cordel de Benavente se llega a Remesal, pequeña localidad de 23 habitantes perdida en medio del monte, en cuya Ermita de Santa Marta tuvo lugar el 20 de junio de 1506 la reunión entre Fernando el Católico y Felipe el Hermoso que dio lugar al acuerdo llamado Concordia de Villafáfila, por el cual Fernando se retiraba a sus posesiones en Aragón y le cedía el trono de Castilla al esposo de su hija Juana, dado que se consideraba que la legítima heredera estaba incapacitada para reinar debido a su enajenación mental. La vigencia del acuerdo fue breve debido a la muerte de Felipe a los pocos meses, volviendo Fernando a asumir el trono de Castilla como regente, dado que el heredero de Juana y Felipe, el futuro emperador Carlos V, tenía tan sólo 5 años de edad.













En el tramo siguiente se vuelve a cruzar la autovía por dos veces, bordeando por una pista asfaltada la Iglesia de Santo Tomás Apóstol, en la localidad de Otero de Sanabria. Tras sobrepasar el Arroyo del Manzanal se llega a la aldea de Triufé, donde en medio de varias casas en ruinas y alguna rehabilitada se encuentra la pequeña Ermita de San Amaro, a un paso ya de la histórica villa de Puebla de Sanabria, que pronto se aprecia a lo lejos en una panorámica que domina todo el valle. Sólo queda descender por carretera hasta el cauce del Río Tera para apreciar el elevado promontorio donde se asienta la magnífica fortaleza tras la que se defendía su población.


Capital de la comarca, la Puebla de Sanabria es una localidad de 1.600 habitantes cuyo casco histórico ha sido declarado Conjunto Histórico-Artístico. Se encuentra ubicada en lo alto de un cerro, delimitado en gran parte de su contorno por la confluencia del Río Castro con el Río Tera, y situada en una zona estratégica fronteriza con Portugal y desde donde se controlaba el paso entre Galicia y Castilla.

Como ya habíamos sobrepasado ampliamente el mediodía, antes de la obligada visita a sus bien cuidadas calles y monumentos decidimos parar a comer algo ligero, y así pedimos unas jarras de cerveza bien fría y unos bocadillos en un mesón de la Calle del Arrabal, situada en la parte baja, con la casualidad de que en el mismo lugar se han detenido a comer un menú nuestros amigos Sindo y Soraya, que parecen seguir nuestros mismos los pasos.













El núcleo urbano de Puebla de Sanabria, situado en lo más alto del cerro y antiguamente amurallado, está articulado alrededor de la Plaza Mayor, donde se encuentran sus edificios más destacados: El Ayuntamiento, la Iglesia de Nuestra Señora del Azogue y el Castillo de los Condes de Benavente. Sus calles empedradas y sus sólidas casas con fachadas blasonadas, amplios balcones y galerías acristaladas, dan una clara muestra de la importancia de esta localidad a lo largo de la historia.

La ciudad cuenta con fuero propio desde el reinado de Alfonso IX, a finales del Siglo XII, y dentro de ella, el Castillo constituía el principal baluarte defensivo del conjunto de murallas que la rodeaban por completo y de las que sólo quedan algunos tramos. Fue construido durante el Siglo XV sobre los restos de una antigua fortaleza por Alonso Pimentel, tercer Conde de Benavente, y cuenta como elemento central con una gran torre del homenaje, el macho, rodeada por recias murallas con varios cubos cilíndricos. La fortaleza cambió varias veces de dominio y resultó parcialmente destruida, tanto en las guerras con Portugal como en la Guerra de la Independencia, siendo cedida al ayuntamiento a finales del Siglo XIX, quien se encargó finalmente de su reconstrucción después de haberle dado usos tan dispares como prisión, gallinero y almacén de paja. Actualmente, sus salas albergan diversas actividades culturales, y su visita es muy recomendable.













También en la parte alta de la villa se encuentra la Iglesia dedicada a su patrona, la Vírgen del Azogue, iniciada en el Siglo XII en estilo románico, aunque cuenta con reformas y añadidos posteriores. Adosada a ella en uno de sus costados se aprecia la Ermita de San Cayetano, pequeña capilla con una rica ornamentación barroca. Completa la plaza el edificio isabelino del ayuntamiento, construido en la época de los Reyes Católicos, cuya fachada cuenta con dos plantas porticadas flanqueadas por sendos torreones.















Dedicamos algo más de un par de horas a la visita, que bien merece la pena, y pasaban ya de las 5 de la tarde cuando salíamos de la Puebla cruzando el puente medieval sobre el Río Castro y enfilando la pista que, bordeando el cauce aguas arriba, se dirige hacia los puertos de montaña. Durante un buen rato se circula a la sombra de los chopos y con el murmullo del cercano discurrir del agua. El camino se hace agradable, y alternando tramos de buen firme con otros de molestos cantos rodados e incluso alguna incursión por el asfalto, no se tarda mucho en llegar a la Iglesia de Santiago, situada junto a una arboleda próxima a la aldea de Terroso.













El último esfuerzo de la jornada no deja de ser agradecido, porque se avanza por un sendero que atraviesa una zona boscosa en la que, aunque tiene alguna subida de exigente pendiente, el paisaje nos compensa de todos los sudores. En el tramo final, ya con las piernas pidiendo un merecido descanso, se pierde altura hasta que se atraviesa la autovía por un puente cercano a la entrada en Requejo de Sanabria, localidad  situada a los pies del Puerto del Padornelo y que marca para nosotros el final de esta larga jornada.













El camino entra en el pueblo enlazando con la la carretera nacional que atraviesa la localidad, y pasa junto a la Ermita de la Virgen de Guadalupe y muy próximo a la Iglesia de San Lorenzo, que domina desde lo alto con su vistoso campanario. Al llegar nos dirigimos a buscar plaza en uno de los albergues, uno público y otro privado, y nos decantamos por la segunda opción, Casa Cerviño, que es algo más caro pero cuenta con mejores servicios. Aquí podemos lavar la ropa con lavadora y dar un manguerazo a las bicicletas en el jardín de la parte trasera, que buena falta les hacía después de los barrizales que nos habíamos encontrado en el recorrido.













Requejo de Sanabria es una pequeña localidad con unos 170 habitantes que se encuentra en un entorno natural privilegiado, rico en agua y plagado de fuentes, arroyos y regatos. Situado a 1.000 metros de altitud, en el inicio del ascenso al Puerto del Padornelo, cuenta en sus alrededores con parajes naturales de gran valor, como el Bosque de Tejedelo, una masa forestal de tamaño considerable que conserva un buen número de tejos, robles y castaños, algunos de ellos milenarios, así como diversas especies de aves y mamíferos. En las calles de su núcleo urbano hay varias fuentes, y se pueden apreciar hermosos ejemplos de construcciones típicas de esta zona de montaña, casas de piedra con amplios balcones de madera y tejados de pizarra.

















Cuando conseguimos terminar con las tareas obligadas del final de etapa, ducha y colada incluidas, ya la tarde se había echado encima, pero todavía nos quedaba tiempo para visitar el pueblo y disfrutar de unas cervezas bien frescas en un bar donde anunciaban Estrella Galicia, al tiempo que nos informábamos de los lugares donde podríamos cenar esa noche  y desayunar a la mañana siguiente.













Finalizada la jornada, una vez tumbado sobre la cama y oyendo a través de mis pequeños auriculares las noticias que daban por la radio, me fui quedando dormido con la mente puesta en lo que nos esperaba al día siguiente, la que habíamos previsto como auténtica "etapa reina" de nuestra aventura, en la que nos habíamos propuesto el ambicioso objetivo de superar los dos puertos de mayor entidad de toda la ruta hasta Compostela, El Padornelo y A Canda, sobrepasar después el Alto de O Canizo y la Serra da Teixeira, y terminar cayendo al valle de Laza tras haber recorrido más de 80 Kilómetros.

Lo que habíamos hecho hasta aquí, las tres primeras etapas, no eran más que un mero entrenamiento para afrontar con garantías lo que nos esperaba a partir de ahora, nada menos que atravesar de un extremo a otro la montañosa provincia de Ourense, pero el esfuerzo bien valía la pena y Galicia estaba ya a tiro de piedra...



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