jueves, 25 de abril de 2013

II MARATÓN A CORUÑA 42

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Domingo, 21 de abril de 2.013



Aprovechando que se organizaba en mi ciudad, el año pasado me enfrenté por primera vez a esta carrera. Unos meses antes dudaba de mis posibilidades, pero a medida que avanzaba en mi plan de entrenamiento mis expectativas fueron mejorando. Las sensaciones fueron muy positivas, tanto en las interminables sesiones de preparación como en el transcurso de la carrera, en la que estuve a punto de conseguir todos los objetivos que me había marcado. Sólo la climatología adversa de la jornada, en la que el fuerte viento, la lluvia y el granizo añadieron a la prueba ciertos matices épicos, me impidió, aunque por muy poco, superar la marca personal que perseguía. Y a ello me disponía en esta segunda oportunidad, convencido de que, a poco que la suerte acompañase, podría superarla.

Pero en esta ocasión todo fue distinto. Por diversas circunstancias personales, alguna lesión inoportuna, y también algún error, desde el principio noté que, a pesar de la experiencia acumulada, "la maquinaria" no funcionaba como la vez anterior. Pronto empecé a sufrir en exceso en las jornadas claves de entrenamiento, las de más larga duración, y en más de una ocasión terminé decidido a dar marcha atrás y olvidarme de la carrera. Sin saber por qué razón mi organismo no respondía como esperaba de él, pero para evitar las dudas decidí pagar la inscripción. Ahora que ya no había vuelta atrás, las sensaciones seguían sin mejorar, de tal forma que unos días antes de la prueba aún no estaba convencido de poder terminarla.

El día de la competición, en la que hay que completar tres vueltas a un circuito urbano de poco más de 14 Kms, acabé la segunda vuelta al ritmo que me había marcado, pero pronto empecé a sentir pequeños amagos de calambres en las piernas que hicieron que mi rendimiento empezase a resentirse. Mal que bien, aguanté el tipo hasta poco después del Km 37, en que un auténtico "latigazo" en el bíceps femoral de mi pierna derecha me obligó a parar en seco ¡Qué dolor!

Después de estirar la musculatura con calma y de seguir caminando durante un buen trecho, pude ponerme a trotar lentamente y continuar la carrera, pero a pesar de que no forzaba el ritmo lo más mínimo, los calambres se fueron repitiendo a intervalos regulares de poco más de 500 metros, lo que me obligaba a detenerme y repetir cada vez la misma operación ¡Fueron los cinco kilómetros más largos de mi vida! Afortunadamente, el tramo final antes de entrar en la meta, donde más se sienten los aplausos y el apoyo del público, pude hacerlo simulando que corría, y entré en la Plaza de María Pita "como todo un campeón".

Hasta ese momento mantuve intacta mi voluntad de llegar, nunca me sentí forzado en el ritmo de pulsaciones de mi corazón, y mis pulmones respiraban sin acusar la fatiga más de lo razonable... pero me fallaron las piernas. A la entrada en meta había perdido más de 15 minutos, con lo que había quedado muy lejos de superar la marca del año anterior... pero había llegado.

































Siempre pensé que para afrontar un maratón había que estar un poco loco...
... y lo sigo pensando.






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