jueves, 11 de noviembre de 2010

Etapa 4: SANGÜESA - MONREAL

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Jueves, 30-09-2010: De Sangüesa a Monreal (28 Km.)

  Hasta el pie de La Higa

Cielo cubierto de nubes altas con algún claro. Temperaturas agradables

Hoy la etapa es un poco más corta que las anteriores, porque no hay mucho donde elegir. La alternativa a Monreal es seguir hasta el siguiente albergue, lo que supondría recorrer 14 Km. adicionales, y no se trata de darse una paliza a diario ahora que estoy empezando. Ya llegará la meseta  con un terreno más favorable para hacer etapas largas.

Como en los días anteriores, comienzo a andar cuando todavía no hay luz suficiente para hacer fotografías, con lo que me quedo sin las imágenes de la salida de Sangüesa. Por un puente metálico junto a la Iglesia de Santa María la Real se cruza el Río Aragón, aquí con un caudal respetable, y siguiendo la carretera que va a Pamplona se bordean los terrenos de una  olorosa fábrica de pasta de papel. Después de una fuerte subida que nos lleva al pueblo medieval de Rocaforte viene un tramo de 18 Km. en los que no se volverá a pasar por ningún lugar habitado.


Durante un largo trecho se suceden los molinos de un parque eólico situado en las alturas de la Sierra de Salajones. El camino gana progresivamente altitud mientras va dejando atrás algún establo o caseta de pastores, una fuente con un largo abrevadero, el tramo de una ruta de BTT... hasta que después de sobrepasar una carretera bajo un túnel se accede al alto de Aibar, desde donde se puede contemplar una buena panorámica del Valle de Lumbier.


Se entra ahora en una zona muy verde, con caminos rodeados de arbolado, senderos que discurren a media ladera y algún arroyo. Se sobrepasa más de una cancela (que en esta zona llaman portillo) para limitar el paso de animales; algunos caballos y vacas que pastan en completa libertad. El paseo es agradable, pero ya desde hace un rato estoy notando molestias en el talón de la pierna derecha. Espero que sea algo transitorio.

Una vez dejada a la derecha la aldea abandonada de Olatz se accede enseguida al valle de Ibargoiti, con la vista del monte La Higa al fondo, que con su aspecto de pirámide estará ahí presente hasta el final de la etapa. Aunque a distancia, el camino marcha ahora por pistas agrarias en paralelo a la CN-240, que va de Pamplona a Jaca, y de la moderna Autovía del Pirineo. Me detengo en Izco, el primer lugar habitado que encuentro desde casi el comienzo de la jornada. No hay más sitio para sentarse a tomar una cerveza y un bocata que el albergue, situado en lo alto del pueblo en una pequeña explanada junto al frontón. En ese momento caen sobre  la terraza unos rayos de sol muy agradables que hay que aprovechar.



Cuando me pongo de nuevo en movimiento, las molestias en el talón siguen ahí, lo que me obliga a reducir la velocidad de marcha. No queda más remedio que acomodar mi paso, bastante ligero hasta entonces, al ritmo del común de los mortales. A partir de ahora me voy encontrando con pequeños pueblos habitados. Atravieso Abínzano y bordeo Salinas de Ibargoiti por una pista amplia entre campos de cereales. Me interno a continuación en un sendero que atraviesa una zona densamente arbolada, primero de pinos y luego de robles. Un paseo agradable bajo las sombras y rodeado por una vegetación que se va cerrando por momentos. Acabando de salir del bosque me encuentro de frente con las primeras casas de  Monreal. Son las 2 de la tarde y llega el fin de la etapa de hoy.


Monreal es un pueblo pequeño situado al pie del monte La Higa que nos recibe con casas de piedra alegre y con balcones floridos. Su casco antiguo de estructura medieval, al que se accede por un puente gótico que cruza el Río Elorz, se articula en torno a la Iglesia de San Martín, situada en la parte más alta, y está  conformado por calles estrechas y en pendiente. Para llegar al albergue, situado en la parte inferior de la iglesia, además de subir la empinada Calle de Santa Bárbara hay que superar una escalinata que han tenido a bien llamar Calle de La Corte. Aquí mi pierna derecha se resiente del maltrato que le he venido dando durante horas. Siento el talón como si fuese de corcho, una sensación ya conocida que me hace temer lo peor. ¿Será una tendinitis? Paciencia, reposo, ibuprofeno y mañana saldré de dudas.


Aunque está abierto, tampoco aquí hay nadie que atienda el albergue a estas horas, con lo que elijo una cama a mi gusto. El edificio está muy bien acondicionado, cuenta con mobiliario renovado, paredes recien pintadas e incluso taquillas individuales. Sólo tiene un pequeño defecto: que el dormitorio está arriba y las duchas y demás servicios en la planta baja. Mi pie me lo recuerda cada vez que tengo que subir o bajar por algún motivo.

Mientras va llegando el resto de la gente, y entre ellos el grupo de "los cuatro", yo me pongo con mis tareas rutinarias de fin de etapa (ducha, lavado de ropa...). Alrededor del lavadero hay cantidad de higos caidos de lo alto de una higuera que está detrás de la iglesia. Me ponen los dientes largos pero, aunque lo intento, no logro acceder a ella porque la verja que me separa del lugar que busco está cerrada. ¡Otra vez será!



Después de descansar un rato salimos a dar una vuelta por las calles más próximas, todo cuestas,  para conocer lo poco que el pueblo da de sí. La cena hemos de hacerla todos los peregrinos juntos en el centro parroquial. No hay muchas más alternativas, pero nos sirven una comida abundante y bien preparada. En la sobremesa tenemos una conversación animada sobre la calidad de las cervezas en España: Philippe dice que le gusta la San Miguel, Jordi menciona las cualidades de la Voll-Damm y yo le digo al francés "Quand nous arriverons en Galice tu goûteras Estrella Galicia, une très bonne bière, et je suis sûr que tu pourras parler déjà de ce qui es bon". Es lo que se dice... un pequeño gesto de amor patrio.



Me siento a gusto con gente tan jovial como ésta. Me agrada hablar con Philippe porque, con su aceptable nivel de español y mi escaso francés hemos sido capaces de mantener una conversación inteligible y medianamente inteligente. Estoy satisfecho porque veo que aún me queda algo de lo mucho que he olvidado. También me doy cuenta de que, cuando estamos con otros peregrinos, me pierdo gran parte de las conversaciones del resto del grupo, que son, por supuesto, en inglés.


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3 comentarios:

replicante dijo...

tés que aprender "injlés"...

Miguel Aradas dijo...

teño

Nando dijo...

Lo del talón de corcho no lo había oído nunca, y no estoy seguro de haberlo experimentado, pero es una expresión muy gráfica. Espero con ansia la resolución en el siguiente episodio